La semana pasada, el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social difundió unos datos que hicieron saltar todas las alarmas: el mercado laboral cerró el peor agosto de la última década, tras perder 202.996 afiliados en un solo mes, y las oficinas de los Servicios Públicos de Empleo (Sepe) registraron 47.047 parados más que en julio, el mayor incremento en esta época del año desde 2011. La ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño, instó a no sacar «conclusiones apresuradas sobre un dato aislado», sin embargo, un análisis de mayor envergadura revela una tendencia bastante más preocupante: la Seguridad Social ha perdido casi 76.000 afiliados en el que ha sido el verano de mayor destrucción de empleo en nuestro país desde el año 2012, en plena crisis económica.

A la espera de que el Instituto Nacional de Estadística (INE) publique los resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre, las cifras mensuales de paro y afiliación de junio, julio y agosto avanzan ya que no ha sido un buen verano para el mercado laboral. De hecho, ha sido el peor de los últimos seis años. En concreto, en estos tres meses se han llegado a perder 75.855 puestos de trabajo, más del doble que en el mismo periodo de 2017 y el dato más elevado desde los 100.533 fulminados en 2012. Es más, del lado del desempleo, la evolución ha sido incluso más negativa: el paro apenas ha caído en 70.062 personas, el menor descenso desde el verano de 2011.

Respecto a la contratación, el balance 2012/2018, con datos de los tres meses estivales, deja una doble lectura: el número total de contratos experimenta un fuerte repunte, desde algo más de 3,9 millones hasta superar los 5,7 millones. Sin embargo, la tasa de temporalidad ha escalado en estos seis años en 2,6 puntos, hasta el 90,65%, y se ha convertido en una tónica habitual que nueve de cada diez contratos que se firman al mes en España tienen fecha de caducidad.

El Economista